miércoles, 29 de junio de 2011

"Din don"

Ella llevaba toda la tarde atenta del reloj, a cada minuto volvía a mirarlo esperando que llegara la tan esperada hora...

Inquieta todo el día, corriendo de aquí para allá, arreglándolo todo para que todo y absolutamente todo estuviera perfecto.  Abriría el armario más de quinientas veces para mirar que se ponía, pero cada vez que lo abría estaba más segura de que el vestido perfecto para la ocasión sería el azul, ese vestido que sabía que a él le encantaba. Escogió con tanta precisión y exigencia los zapatos, los accesorios... que se no se había dado cuenta que solo le quedaba una hora.

Rápidamente se metió en la ducha, se secó y agobiada por el poco tiempo que disponía, se secó el pelo " a lo loco" sin darle forma alguna. Se dispuso a vestirse y se echó tres gotitas exactas de aquel perfume tan caro que reservaba para las ocasiones especiales.

De repente sonó el timbre, ese "Din don" tan esperado. La pobre se sobresaltó, esperaba que no fuera puntual... y miró el reloj apurada dándose cuenta de que pasaban cinco minutos de las seis, es decir, realmente se había retrasado. Desde que sonó ese "Din don" hasta llegar a la puerta habrían pasado veinte segundos, pero aunque parezca poco tiempo, a ella le dio tiempo de pensar en millones de cosas antes de abrir la puerta: no estoy perfecta,  llevo el pelo alborotado, estoy sin maquillar y sólo me ha dado tiempo a ponerme su colgante...

A pesar de sus tantas pegas a sí misma, abrió la puerta, y ahí estaba él... tan perfecto como siempre, con la camiseta que a ella tanto le gustaba, desde la distancia se le olía el perfume que llevaba...   Por un instante se paró el tiempo. Quizás estuvieron más de dos minutos observándose, ninguno de los dos decía nada pero a la vez lo decían todo, porque sus miradas hablaban por si solas.

Por fin lograron decir un "Hola". Le hizo pasar al salón. Se sentaron en el sofá. Ella estaba muy nerviosa, más de lo normal y ese nervio le llevó a la torpeza pues tras él pedirle una fanta de naranja, ésta se tropezó y prácticamente se la echó encima. Ella muerta de la vergüenza empezó a sonrojarse y pidiéndole perdón le intentó limpiar con una servilleta. Él, viendo la situación echó a reír. Le dijo que se tranquilizara, que no pasaba nada. Ella, intentando disculparse le describió lo nerviosa que estaba pero él la calló besándola.

Un beso largo y apasionado, de esos que no sabes cuando acabará porque realmente no quieres que acabe... un beso esperado y por supuesto, un beso deseado.
Una vez acabado, se abrazaron sin dejar que nada que pudiera pasar les interrumpiera ese momento.

Entre susurros él le dijo que perfecta era, y que guapa iba. Ella sin entender porque decía eso le dijo:
-¿Cómo puedes decir eso, si llevo el pelo alborotado, no me he maquillado y voy en zapatillas de estar por casa?
-Por eso mismo vas perfecta... me encanta tu pelo sin peinar, y tu cara limpia de polvos que lo único que hacen es no pueda admirar lo bonitos que son tus ojos claros. Además, me encanta cuando te sonrojas y me miras con esa carita que parece un poco empa....
-¿No querrás decir que te miro con cara de empanada?- dijo ella algo ofendida
-Pues sí, y me encanta. Me encanta que tus ojos busquen en los míos amor... que me reclamen un beso o que me digan todo eso que los dos pensamos. Y todo ello te da un aspecto de empanada. - Y se echó a reír.
-Ya veo que te gusta reírte de mi cara empanada. Y ¿ qué se supone que los dos pensamos?
-Pues pensamos o más bien deseamos estar juntos... quiero verte esa cara de empanada y esos pelos sin peinar cada mañana al despertarme, quiero que tu sonrisa me haga sentir especial, quiero...



¿Sabéis?, él no pudo terminar la frase, porque ella sin saber como fue capaz de callarle con otro beso, pero este fue aun más especial... y no se sabe cuando terminó ese beso ni ese amor loco que desde ese día comenzó. Sólo se sabe que fueron felices, y que lo fueron juntos.


Ella tenía razón, ese día sería diferente. Un simple "Din don" cambió su vida...

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